"Un lugar dónde quedarse" (This must be the place)
es una película parsimoniosa y rara,
cómo su personaje principal.
Cheyenne es un viejo rockero. Retirado, excéntrico, con un
look imposible, andares escocidos y voz aflautada.
Tras la máscara está Sean Penn que irrita a muchos críticos con su
interpretación. Los mismos que seguramente le estarían augurando el próximo oscar
si no fuese porque ya lo ha ganado en dos ocasiones ("Mystic
River" y "Mi nombre es Harvey Milk") y tiene un total de cinco
nominaciones.
Si no fuese por el casting "Un lugar dónde
quedarse" parecería una película indie, y de hecho ese es su espíritu,
personajes extraños, diálogos al borde del ridículo en algunos momentos y
sublimes en otros, música versionada y un clip musical a cargo de David Byrne
absolutamente genial (sobre todo si te gusta la música del líder de los
"Talking Heads").
Pero dónde reside la fascinación, que al menos en mí ha
despertado esta película, está en la estética y la placidez con la que va
discurriendo una historia que empieza
con una vida depresiva y se convierte en la persecución de uno de los
últimos criminales nazis que pueden quedar en USA. Son mayoría los planos dónde
se intuye, es más se recalca, la mano del director colocando los encuadres para
mostrarnos cuadros de estética depurada, más o menos acertados, pero con un
esfuerzo notable por no hacer lo que haría cualquier otro.
A pesar de la caza del criminal nazi no esperéis acción ni violencia, es imposible con un
personaje con las características depresivas y estéticas de Cheyenne. Pero si
que encontraréis una gran carga emocional y posiblemente según transcurre la
película crecerá el deseo de querer saber más y más, ¿cuál será su siguiente
paso?... En ese sentido, al menos a mí , me ha encandilado
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