Las casualidades a la hora de ver películas han querido que en esta semana con un par de días de diferencia haya visto dos obras que tratan de la caída económica mundial y sus consecuencias.
"Inside job" y "Wall Street: el dinero nunca duerme".
Las dos son francamente buenas y claras al exponer las causas de la situación de crisis en que nos encontramos.
"Inside job" es un documental (ganador del Oscar 2011) y "Wall Street 2" una ficción narrada por Oliver Stone, a quién estas conflictos históricos se le dan bastante bien.
Ninguna de ellas, en mi opinión, te deja atado a la butaca, tienen notables altibajos. La película por su argumento; el documental por su exceso de datos, necesarios si, pero aburridos en algunos momentos también.
Sin embargo lo que me ha llamado la atención son los finales.
Son malísimos.
En "Wall Street 2" porque te decepcionan como pocas veces. Oliver Stone tiene fama de rebelde, de luchador, de hombre duro que no se corta al decir las verdades... y no te esperas un final tan falso, tan feliz, tan absurdo, tan decepcionante. Lo único que te da por pensar es ¡¡¡¡venga ya !!!!.
En "Inside job" el final es malísimo por su realidad, por su crudeza. Es malísimo porque nos dice que lo llevamos claro, que las cosas van a ir a peor, que no podemos confiar en los bancos, ni en nuestros dirigentes, ni en quienes les asesoran. La economía está jodida, pero todo va a seguir igual... o peor.
La realidad una vez más supera, con mucho, a la ficción.
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